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lunes, 9 de diciembre de 2013

El increible caso de D.B Cooper

Es el unico caso de piratería aérea sin resolver en la historia de los Estados Unidos
 - El nombre que el secuestrador usó para abordar el avión fue Dan Cooper. Sin embargo, las iniciales «D. B.» se asociaron permanentemente con el secuestrador debido a un error de comunicación con la prensa, que tuvo conocimiento de que poco después del secuestro el FBI había interrogado a un hombre de Portland llamado D. B. Cooper, quien nunca fue considerado un sospechoso importante. -

 El 24 de noviembre de 1971 un hombre en apariencia tranquilo, cuarentón, de traje y corbata como cualquier oficinista o ejecutivo de medio pelo, se acercó al mostrador de la aerolínea Northwest Orient en Portland, Oregon, para comprar un pasaje hacia Seattle que pagó en efectivo y para el cual dio el nombre de “Dan Cooper”. 
 


A poco de despegar pidió un trago, bourbon y agua mineral, y se dispuso a disfrutar del vuelo. Luego le entregó una nota a la azafata Florence Schaffner, que se encontraba sentada en un asiento plegable cerca de la salida trasera, justo a la derecha del asiento de Cooper. Ella pensó que se trataba de su número de teléfono, por lo que guardó la nota en su bolsillo sin leer su contenido. Sin embargo, Cooper se le acercó y le dijo: «Señorita, mejor lea lo que hay en esa nota. Tengo una bomba». En el mensaje estaba escrito: «Tengo una bomba en mi maletín. La usaré si es necesario. Quiero que se siente junto a mí». La nota también pedía US$200 000 en billetes sin marcar y dos sets de paracaídas (dos paracaídas de espalda y dos paracaídas de emergencia) y explicaba detalladamente cómo se debían entregar estos objetos una vez que el avión aterrizara en el Aeropuerto Internacional de Seattle-Tacoma; si no se cumplían sus demandas, haría estallar el avión. La mujer sin ninguna otra opción, obedeció a Cooper e informo de la amenaza al capitan.
 


 El piloto, William Scott, contactó con el control del tráfico aéreo de Seattle-Tacoma, quienes a su vez se pusieron en contacto con la policía de Seattle y el FBI. La agencia se puso en contacto con el presidente de Northwest Orient, Donald Nyrop, quien pidió a Scott que cooperase con el secuestrador. El piloto ordenó a Schaffner volver a la parte trasera del avión y sentarse junto a Cooper para tratar de averiguar si la bomba era real. Cuando el secuestrador descubrió las intenciones de la azafata, abrió su maletín momentáneamente, lo suficiente para que Schaffner viera varios cilindros rojos, una gran batería y cables, convenciéndose de que la bomba era verdadera. Cooper le ordenó que le dijera al piloto que no aterrizara hasta que el dinero y los paracaídas estuvieran listos en el aeropuerto.
 



Mientras tanto, Cooper permaneció sentado en el avión bebiendo un cóctel de bourbon whisky con soda de limón por el que ofreció pagar. Tina Mucklow, una azafata que permaneció junto al secuestrador la mayor parte del tiempo, lo describió como una persona agradable y lo suficientemente considerada para pedir que le dieran comida a la tripulación después del aterrizaje en Seattle. Sin embargo, los investigadores del FBI afirmaron que el secuestrador era obsceno y que usaba «malas palabras». A las 17:24, el control de tráfico del aeropuerto le comunicó a Scott que las demandas de Cooper habían sido cumplidas. Entonces el secuestrador permitió al piloto aterrizar. El avión tocó tierra a las 17:39. Posteriormente, Cooper ordenó a Scott que llevara la aeronave a una sección remota de la pista y que atenuara las luces en la cabina para evitar a los francotiradores de la policía. Asimismo, pidió al control de tráfico que enviara a una persona a entregar los $200 000 y los paracaídas. La persona elegida, un empleado de Northwest Orient, se acercó hasta el avión y entregó los objetos a la azafata Mucklow a través de las escaleras traseras. Pocos minutos después, Cooper liberó a los 36 pasajeros y a la azafata Schaffner, pero retuvo al piloto Scott, la azafata Mucklow, el primer oficial Bob Rataczak y al ingeniero de vuelo H.E. Anderson.
En ese momento, los agentes del FBI desconocían las intenciones del secuestrador y estaban perplejos por su demanda de cuatro paracaídas. Asimismo, se preguntaban si tendría un cómplice a bordo o si los paracaídas eran para los cuatro miembros de la tripulación que permanecían con él
 


Nunca antes había intentado alguien saltar en paracaídas desde un avión comercial secuestrado. Mientras la aeronave era reabastecida, un oficial de la Administración Federal de Aviación, que quería explicar al secuestrador las implicaciones legales de la piratería aérea, caminó hasta la puerta del avión y pidió permiso a Cooper para abordar el avión, pero éste se lo negó al instante. Una bolsa de vapor en el motor del camión con gasolina retrasó el proceso de reabastecimiento y Cooper empezó a sospechar cuando, después de 15 minutos, no habían acabado. El secuestrador amenazó nuevamente con hacer estallar el avión, por lo que los encargados del abastecimiento aceleraron la tarea hasta completarla.

 Después del reabastecimiento y de una inspección detallada del dinero y los paracaídas, Cooper ordenó a la tripulación despegar nuevamente a las 19:40. También decidió que volaran con rumbo a México, D. F., a una velocidad relativamente baja de 170 nudos (320 km/h), a una altitud de 3 000 m (la altitud normal de crucero es entre 7 600 y 11 000 m), con los trenes de aterrizaje desplegados y con 15 grados de flaps. Sin embargo, el primer oficial Rataczak le dijo que el avión sólo podría volar 1 600 km bajo esas condiciones, por lo que Cooper y la tripulación discutieron otras rutas antes de decidir volar hasta Reno, Nevada, en donde se reabastecerían nuevamente. También decidieron volar en la ruta Victor 23, una ruta aérea federal que transcurre al oeste de la cordillera de las Cascadas. Asimismo, Cooper ordenó a Scott que dejara la cabina despresurizada, ya que esto evitaría una salida violenta de aire y facilitaría la apertura de cualquier puerta para saltar en paracaídas. 


La tripulación empezó a notar un cambio de presión en la cabina: Cooper había abierto la puerta trasera y había saltado del avión. Esta fue la última vez que se supo de él. El FBI cree que el salto fue realizado a las 20:13 sobre el suroeste del estado de Washington ya que a esta hora las escaleras traseras se sacudieron, posiblemente en el instante en que abandonó la aeronave. En ese momento, el avión estaba volando a través de una tormenta y la nubosidad impedía ver el suelo. Debido a la mala visibilidad, los aviones de caza F-106 que seguían la aeronave no se dieron cuenta del salto del secuestrador.



Casi cuarenta años después, aún no se ha resuelto el misterio de la suerte del célebre criminal tras su temerario salto. El FBI ha seguido miles de pistas, e investigado en profundidad más de una veintena de sospechosos, pero sus huellas dactilares nunca han coincidieron con las que se encontraron en el avión. 

Sin embargo, nuevas pruebas han reabierto el interés por el caso, y apuntan a que podría haber sobrevivido.
Esa misma semana los medios estadounidenses se han hecho eco de las declaraciones de Marla Cooper, una mujer de Oklahoma que asegura que el célebre malhechor era su tío, y murió en 1999. Marla recuerda que, estando una tarde en casa de su abuela, dos de sus tíos estaban planeando una acción, si bien ella no entendía de qué se trataba.
Unos días después, uno de sus tíos, al que llamaba L.D., llegó a casa sangrando de forma abundante. “Era la mañana del día de Thanksgiving y mi tío estaba herido". Tenía sangre en la camiseta. Estaba en mal estado”, recuerda en una entrevista a la CNN Marla, que entonces tenía sólo ocho años. Su padre le dijo que “no podía hablar nunca de lo que había visto” porque podría significar la muerte de su tío, al que vio por última vez en la Navidad del año siguiente.


 En medio de tantas conjeturas y falsas pistas que ciudadanos bien intencionados enviaron a la agencia, el único rastro seguro para ir en busca del hombre fue un fajo de billetes que un niño de ocho años, Brian Ingram, encontró en la ribera del Columbia, cerca de Vancouver, Washington, zona donde vacacionaban el niño y su familia. Tres paquetes notoriamente deteriorados en los que, a pesar de todo, los billetes todavía estaban unidos por ligas de plástico; análisis posteriores revelaron que su número de serie coincidía con algunos de los que le habían sido entregados a Cooper. Dos paquetes de 100 billetes y uno de 90 para hacer un total de $5,800 dólares (recordemos que Cooper había pedido solo billetes de $20). 






Sin embargo, todo esto sucedió en 1980, tres años después del incidente, y lo único que provocó fue la multiplicación de las sospechas y las deducciones sin conclusiones reales.

¿Que paso con D.B Cooper?

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